¿Quién paga las reparaciones, el casero o el inquilino?

¿Quién paga las reparaciones, el casero o el inquilino?

Vivir de alquiler implica depender de otra persona para realizar cualquier modificación, mantenimiento o arreglo en la vivienda, aunque en muchos casos supone librarse del coste de las reparaciones.

Vivir de alquiler implica depender de otra persona para realizar cualquier modificación, mantenimiento o arreglo en la vivienda, aunque en muchos casos supone librarse del coste de las reparaciones. Dependiendo de si se trata de un desperfecto por uso inadecuado o por deterioro por el propio uso, los gastos correrán a cargo del inquilino o del propietario. ¿Que dice realmente la ley?

La Ley 29/1994 de Arrendamientos Urbanos (LAU) establece que «el arrendador está obligado a realizar las reparaciones necesarias para la conservación de la vivienda arrendada en condiciones de habitabilidad para servir al uso convenido», aunque contempla una excepción: cuando la reparación sea imputable al arrendatario.

Esta misma ley refleja que las pequeñas reparaciones de daños producidos por el desgaste del uso deberán correr a cargo del inquilino, así como de aquellas reparaciones de desperfectos causados específicamente por el arrendatario. No obstante, el contrato firmado por ambas partes prevalece sobre la ley.

La ley dice que las reparaciones por conservación corren a cargo del arrendador. Sin embargo, en la práctica, las causas del deterioro acaban desdibujando las responsabilidades. En este sentido, no queda muy claro de quién es la responsabilidad de la rotura de una caldera, por ejemplo, cuando ya ha sido usada durante un tiempo prolongado por otros inquilinos. El propietario no debe asumir reparaciones «que no se consideran indispensables para que la vivienda cumpla su condición de habitabilidad». Es decir, el arrendador debe hacerse cargo de desperfectos en tuberías, paredes o calderas, entre otros. No asumirá, sin embargo, el coste de lo que no forme parte de la estructura de la vivienda, como persianas, cerraduras, cisternas o grifos. No obstante, para evitar enfrentamientos entre ambas partes, es importante especificar en el contrato todos los matices, así como detallar el estado de conservación en el que se encuentra la vivienda en el momento en el que el arrendatario entra a vivir en ella.

Fuente: leonoticias

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